Los placeres de Lorena
Por Ariel Maceo
Eran las 3 y 30 de la madrugada y Lorena se montó en Centro Habana, rumbo a Marianao. Se había sentado justo en los asientos detrás del chofer, pero un par de borrachos comenzaron a molestarla.
-Pss, pss, niña, tremenda pechonalidad- le dijo uno de ellos, y no los miró. Se levantó del asiento y fue directo al fondo. Se sentó en una de las esquinas de los últimos asientos, se recostó en una ventanilla y sacó su teléfono.
Abrió el Facebook pero no había nada interesante, luego el WhatsApp con mensajes del pedante de siempre: hola amor, ¿cómo estás? ¿Cómo te fue?, mírame comiendo langosta ¿amor ya estas dormida?
Lo dejó en visto como siempre, y abrió el chat de su novio, que esa noche no se podía quedar con ella.
No estaba conectado. Revisó los mensajes, los releyó, y sonrío. Ese hombre la traía loca desde hace un tiempo. Comenzó a mirar las fotos que él le había mandado hace unos días y la boca se le hizo agua. Comenzó a sudar y a removerse en el asiento, a imaginarlo. Y sin darse cuenta, se encontró apretándose la cartera sobre sus piernas, contra su pelvis. Se mordió los labios y se sintió excitada. En la otra ventanilla estaba sentada una pareja. Lorena siguió viendo los mensajes, las fotos y se mojó, despacio, sin darse cuenta, inconsciente.
Tenía ganas de que su novio estuviera viajando a su lado, y le metiera la mano por debajo del vestido. Que le corriera el blúmer para el lado y le acariciara el clítoris. Que embarrara sus dedos en una vagina que se mojaba poco a poco mientras la guagua atravesaba la noche.
Lorena tuvo ganas de tocarse. De meterse los dedos.
Se acomodó en el asiento y cruzó las piernas, las apretó para imaginarse la sensación de estar con su novio.
Mientras más iba subiendo en la conversación de WhatsApp, más se calentaba. No podía escuchar los audios, pero si leer y ver las fotos que la tenían mal. Colocó su mano zurda debajo de la cartera, justo en su vagina. Y la sintió palpitante, caliente a pesar de la ropa. Se acarició un poco, distraída. Descruzó las piernas, miró a la pareja que estaba sentada a dos asientos de ella, pero no se enteraban de nada, además la cartera tapaba la vista.
Se acarició con más comodidad, quería meterse la mano debajo del vestido, pero eso le pareció demasiado riesgoso. Incluso tuvo deseos de parar, pero su novio le había mandado fotos desnudo y ella estaba desquiciada con eso. Hasta que llegó a una foto y no se pudo aguantar. Suspiro y se puso a mirar por la ventana porque le dio vergüenza y se ruborizó.
Su novio estaba de pie, recostado en la mesa de su computadora y se tomó la foto de frente, con el pene erecto, durísimo, y riéndose, él sabía que a ella eso la ponía mal.
Lorena volvió a mirar a la pareja que seguían en lo suyo. Volvió a cruzar las piernas pero dejó la pierna izquierda separada encima de la derecha. Y metió la mano despacio por debajo del vestido, se acarició el muslo, lo sintió hirviendo, y siguió hasta que toco la punta de su blúmer. Se acercó despacio mientras miraba por la ventana como si nada. Sintió su blúmer mojado, que rico- pensó. Siguió acariciándose con los dedos, de arriba abajo por toda la rajita y se mordió los labios.
Levantó la cabeza y la guagua seguía su rumbo. Se sintió segura mientras volvía a mirar la foto, y se apretó la vagina con toda la mano. Soltó un gemido leve. Se la siguió acariciando, tratando de meterse el dedo. Se apretó el blúmer, se lo incrustaba hacia dentro mientras se empapaba toda, la mano. Estaba mal.
La guagua frenó y la pareja se paró de repente. La muchacha cuando le pasó por al lado, se le quedó mirándole a los ojos, y medio le sonrió. Ella no supo que hacer, la siguió con la vista, curiosa mientras se bajaban en alguna parte del vedado.
Lorena se quedó sola en la parte de atrás de la guagua. Faltaba que el chofer apagara la luz pero eso sería demasiado así que puso la cartera al lado, se dejó caer un poco en el asiento y se subió el vestido.
Tenía el blúmer enchumbado, estaba toda sudada. Se lo corrió para el lado y se metió un dedo que llevó hasta el final con facilidad. Gimió. Sacó el dedo, y lo volvió a meter y se estremeció. -Que rico esto por dios- se dijo.
Y ya no quiso parar, estaba mal, en medio de la esa madrugada se metió dos dedos, tres dedos, mientras imaginaba a su novio comiéndosela en su cama. Tenía el vestido mojado, el asiento, todo. Se movió sobre su mano, con ganas, con el viento dándole en la cara y el novio en la imaginación, hasta que lo sintió real en su cabeza. Chupándole las tetas, llamándola su puta, y ella dio un grito que tuvo que haberse escuchado en media guagua y no le importó, porque quería venirse, así toda mojada, con sus dedos dentro de una vagina calientísima.
Se meneó dos veces con sus dedos hasta el fondo, y gritando, moviendo las caderas con los dedos deslizándose en su vagina y se vino. Volvió a gritar mientras las contracciones le recorrían el cuerpo. Suspiró largo y se recompuso en el asiento.
Tenía todo el interior de los muslos mojados. Volvió a mirar la foto del novio le dio un beso y cerró el teléfono, ya estaba a dos paradas de su casa.