La libertad comienza por uno

Capitolio-de-la-Habana


Por Ariel Maceo

En algún punto los cubanos tienen que entender lo que ha pasado, comprender que les vendieron una mentira y que la revolución no fue para los humildes. Deben aceptar que un grupo de personas les robó su libertad individual, su sentido común, la capacidad de decisión, su derecho legítimo a existir. Tienen que saber que fueron engañados.

Los cubanos deben interiorizar esto y decidir entre aceptar una verdad dolorosa, o seguir conectados a la realidad alternativa que les ha impuesto la dictadura comunista de Cuba, con la ayuda cómplice de otros tantos gobiernos, testaferros y grupos de élite.

Los cubanos tienen que aceptar que fueron timados, despojados de todo y convertidos en esclavos controlados por una cúpula de poder que los manipuló y transformó en zombis durante todas estas décadas. Aceptar eso es primordial para recobrar un poco de esa libertad con la que nacemos.

Es la libertad individual de cada cuál, la que logrará que el régimen cubano caiga. Es entender que simplemente no tienen que vivir así como lo hacen ahora. Tienen que entender, además, que no alcanza con saber la verdad sobre el país, si de todas maneras se quedan sentados y sometidos por el terror.

Porque ese es un punto clave para comprender la realidad de Cuba: el terror.

El régimen cubano cómo tantos otros gobiernos socialistas, populistas, fascistas, ha sobrevivido todo este tiempo por el terror con que han sometido a su pueblo. Los cubanos viven aterrorizados, y sino lo creen pregúntense porqué una de las frases que más se repite en ese país es la de “hay que hablar bajito”.

Los cubanos jamás podrán avanzar sino saben que están siendo subyugados por un sistema cuyo propósito de vida es el control de las masas y la miseria de los pueblos. Y para lograr ese control, el sistema necesita que le tengan miedo. Mucho miedo.

Por eso el dictador Fidel Castro llegó fusilando a diestra y siniestra. Por eso eliminó los partidos políticos, las elecciones libres y declaró el carácter socialista de la nación. Cuba era una República y Castro, luego de derrocar a otro dictador, Fulgencio Batista, terminó de destruirla.

A día de hoy, y luego del paso de su hermano Raúl por el poder, su negación famosa de los presos políticos, su vasito de leche que nunca llegó, más los decretazos de Díaz-Canel y su orden de combate contra el pueblo durante el estallido social del 11 de julio el 2021, lo que ha quedado para el cubano de a pie, es la incertidumbre y la desesperanza de un sueño que terminó en pesadilla.

¿Pero es esa la vida? ¿Ese es el propósito por el que venimos a este mundo? ¿Acaso no nacemos libres y esa libertad es la única ley por la que nos debemos guiar?

La respuesta a esa última pregunta es Sí.

No hay dictadura capaz de detener a un ser humano que quiere ser libre, ya no sólo los cubanos, sino cada persona de este mundo que viva oprimida bajo un régimen que ha robado sus libertades civiles, sus sueños, sus aspiraciones, hasta sus chocolates. Porque eso hacen los regímenes autoritarios, drenar de la mente de sus pueblos cada cosa que los ayude a ser felices. Esto es esencial para que el miedo provocado por el terror cale en los corazones de cada uno de sus ciudadanos.

Los cubanos deben comprender esto, o seguirán condenados.

Es esa libertad, la de cada cuál, la que puede unir a un pueblo en contra de una dictadura y sus aliados. Es esa libertad la que deben abrazar los cubanos y sentir cómo la felicidad propia, entender que nunca se ha ido, que ha estado ahí siempre, sumergida entre el caos, las colas, los edificios cayendo, las promesas vacías, el adoctrinamiento, el comunismo y el pan de la bodega.

La perdida de la libertad individual y el sentido común son el mayor de los robos que han sufrido los cubanos durante los 65 años de dictadura. Y lo peor es que no saben que pueden elegir entre seguir en la miseria comunista o tomarse la píldora roja y salir de la Matrix.

Es de esa libertad de la que hablo, la que empuja a alguien a correr más rápido, la que embulla a alguien a declararse a una mujer, la que impulsa a alguien a subir el Monte Everest, pintar un cuadro, postularse a presidente, escribir un poema, jugarse un número en la bolita. Es esa la libertad que le viene faltando a los cubanos: La libertad de elegir, de pensar, de decidir. 

La libertad de soñar.