Los asesinos
Aaaaf Ariel Maceo
¿No hay nada que yo pueda hacer?
No. No hay nada que hacer.
Tal vez no lo dijeron en serio.
No. Lo decían en serio.
Ernest Hemingway
Los asesinos
Los dos hombres se detienen a mitad de una calle. Hay mucha gente a su alrededor bailando. Los carnavales empezaron desde bien temprano y todo está lleno de papelitos de comparsas. Sacan sus pistolas y le ponen silenciadores, lo hacen en medio de la multitud. Nadie se da cuenta de nada. Luego sincronizan sus relojes.
Caminan despacio tratando de no llamar la atención, pero eso es imposible, porque van de traje negro y tienen la cabeza rasurada. Una mujer se les acerca y les dice que quiere tener sexo en alguna parte, con los dos. Baila al ritmo de la música mientras les saca la lengua y se acaricia los pechos. El más joven sonríe. Aquella mujer borracha tiene puesto un vestido negro, muy corto. No tiene ajustadores
-¿Dale, no tienen ganas de follarse a esta yeguita? Les dice ella
-No, nos gustan las putas de carnaval, búscate a otra gente, le responde el viejo
Al más joven le dan ganas de llevársela, pero sabe que no puede, el tiempo ahora mismo es una soga que le aprieta el cuello.
Antes de seguir caminando se da la vuelta para mirarla otra vez y la mujer ya no está por todo aquello. Le parece extraño.
Toman una calle que los aleja de la fiesta y de la peste a orina de los baños improvisados. El cielo está nublado, a la luna no se le ve por ninguna parte.
Un grupo de muchachos salen de un bar que hace esquina. Pasan de largo a los dos hombres pero. Los muchachos van con el torso desnudo y llevan las camisetas en los hombros. Están muy felices, como si acabaran de ganar algo más que un juego.
-Parece que el Madrid ganó hoy, le dice el viejo al otro, y el joven no le presta la atención que debiera, quizás porque su equipo lleva 4 años sin ganar la Champion, o porque la mujer que se les ofreció unos minutos atrás, a pesar de su vestido corto, ajustado a ese cuerpo apetecible, estaba muy lejos de ser lo que representaba. Eso lo dejó preocupado.
Se detienen en la entrada de un edificio y verifican la hora. Es cerca de la medianoche.
-¿Es aquí?
-Si.
-Ahora debemos tener paciencia y no apresurarnos.
-¿Entendido?
-Ok, le responde el más joven.
-No te preocupes, lo harás bien. Dice el más viejo.
El otro lo mira y asienta con la cabeza.
Cruzan a la acera del frente y se quedan en una esquina, debajo de un poste de luz. Quitan el seguro a las pistolas, y las vuelven a guardar. Después de unos minutos un hombre sale del edificio. Se detiene en la entrada a encender un cigarro. Aunque tiene las extremidades cortas es bastante alto. Va vestido con un traje fino, azul, y lleva un maletín en su mano izquierda.
Fuma despacio, disfruta del humo que acaricia sus pulmones. Le gusta la tranquilidad del barrio a esa hora. Termina el cigarro. Mira a ambos lados de la calle asegurándose de que no viene nadie. Se rasca en la parte baja y comienza a caminar.
Pasa de largo a los dos hombres que todo ese tiempo lo han estado observando con mucha paciencia. Después de una distancia prudente estos comienzan a seguirlo.
Pasada dos cuadras el hombre ve su auto y se dirige hacia él, confiado. Llega y mete la mano en su bolsillo para sacar las llaves. Abre la puerta y antes de montarse siente que le chiflan. Sabe con seguridad que la calle desierta, así que se voltea, y cuando lo hace ya no le da tiempo a reaccionar. Los dos hombres calvos están a escasos metros de él. Sacan sus pistolas y disparan al mismo tiempo, varios tiros cada uno. El tipo cae destrozado por los impactos. Muerto.
El más viejo camina hacia él mientras el otro se asegura de que nadie los ha visto. Nota que tiene el maletín esposado, como lo imaginó, por eso revisa sus bolsillos buscando la llave. La encuentra enganchada a una cadena que tiene en el cuello junto a la foto de una niña pequeña. Se queda mirándola un segundo, pensando, pero sabe que no tiene tiempo para eso. Suelta las esposas y agarra el maletín. Camina hacia el otro y se van por donde vinieron. Le echan una última ojeada al cuerpo y un perro ha comenzado a olisquearlo.
-Estamos en tiempo para la entrega.
-Así es.
-Toma, vas a manejar tu, dice el viejo, lo hiciste bien esta noche, el joven asiente, sorprendido.
-Vamos a trabajar juntos de nuevo dice el viejo mientras caminan y se acercan a los carnavales. No se han percatado que desde hace un rato una mujer camina atrás de ellos. Va con un vestido negro, muy corto. Lleva una cartera en una mano y un revolver en la otra. Siguiéndolos.